Pero aunque habría que recoger todo y preparar la maleta, aún quedaba todo el día por delante para montar en elefante, ir a la playa, a la piscina y disfrutar de las últimas horas en Patong.
Además durante el vuelo a España, también tendríamos una escala de 10 horas para visitar Dubai.
Tras el desayuno tocaba lo peor del día, hacer la maleta, aunque habíamos intentado mantener el orden en nuestra enorme maleta siempre quedan cosas pendientes, así que nos llevo un buen rato recogerlo todo. Dejamos algunas cosas en una mochila y cerramos la maleta y bajamos a recepción a hacer el check out. Nos dejaban más tiempo la habitación pero preferimos dejar ya todo listo pues teníamos la excursión en elefante. Así pues pedimos que nos guardasen la maleta durante todo el día y a las 11:30 nos recogió una camioneta en el hotel. Aunque en caso de accidente me imagino que no era lo más seguro, nos resultó más divertido ir sentados en la parte de atrás de la camioneta que en la típica furgoneta de 9 plazas. Compartimos el viaje con un matrimonio y sus hijos y otro turista que iba solo.
El viaje no fue muy largo y en unos 15 o 20 minutos llegamos a Camp Chang Kalim, allí entregamos nuestro bono, y esperamos 5 minutos antes de comenzar nuestra excursión. Por allí ya había varios elefantes, entre ellos uno “bebe” que estaba allí al lado. Podías comprar plátanos para darle de comer.
Después de la corta espera nos subieron a una especie de torre de madera que nos dejaba a la altura del elefante para subirnos.
Ya estábamos a los lomos del elefante, con el guía que dirigía al animal que lo puso a caminar. Íbamos descalzos con los pies sobre la piel áspera del elefante. Daba una fuerte impresión ir tan altos, pero en la silla/montadura nos sentíamos seguros. Empezamos a ascender por una especie de camino muy empinado y escarpado que era dificultoso para el elefante hasta que nos fuimos adentrando en la bosque.
La experiencia estaba siendo muy emocionante. Íbamos acompañados de otros elefantes con turistas. El guía muy amable se bajaba del elefante y nos sacaba fotos.
Ya estábamos a una altura considerable pues habíamos subido mucho y había unas bonitas vistas del mar.
Estábamos disfrutando mucho de la experiencia, pero de repente el día empezó a ponerse oscuro y empezó a tronar, el guía nos hizo un gesto como diciendo que iba a caer una buena tormenta, y vaya si cayó. Empezó a llover torrencialmente, el guía nos guardo los móviles y cosas que podían estropearse debajo de la montura. Pero lo malo no era la lluvia, lo malo es el miedo que pasamos con la tormenta, caían unos rayos que daban pavor y la estructura metálica de la montura en la que íbamos sentados daba mucho miedo, ya que un metal en lo alto puede atraer una rayo y ya he tenido alguna mala experiencia con tormentas.
Si la primera parte de la excursión nos había encantado, esta parte lo estábamos algo angustiados, poco a poco fuimos regresando, pero ni la lluvia ni la tormenta aflojaba, estábamos calados hasta los huesos, pero eso no nos preocupaba, solo nos preocupaban los rayos.
Por suerte llegamos a nuestro destino sanos y salvos. Nos dejaron en la misma plataforma de la que habíamos salido. Allí estuvimos escurriendo la ropa y secándonos un buen rato, yo no me di cuenta de guardar la cartera y tenia todos los billetes empapados y los puse a secar en una toalla. Al final la experiencia había sido emocionante, pero es verdad que pasamos un mal rato, jejeje
Cuando ya estábamos listos, partimos de nuevo al hotel en la misma camioneta que nos había traído.
Como ya era hora de comer, nos fuimos a buscar un restaurante, pasamos por enfrente del “wine bar” (nos había gustado bastante la otra vez que estuvimos) y vimos una oferta muy buena. Pizza + bebida por 149 bahts (unos 3,7 euros) así que no lo dudamos subimos a comer.
Mientras nos preparaban la pizza entre a una tienda de vinos que tenían a echar un ojo, tenían bastantes vinos españoles.
Como en la noche anterior la comida fue más que aceptable.
Después dimos un paseo para bajar un poco la comida y nos fuimos a la playa, alquilamos unas hamacas por un módico precio y nos echamos a tomar un poco el sol.
Muy cerca había unos chicos que ofrecían volar en un parapente de esos que cogen vuelo enganchados a una lancha fueraborda. Estuvimos un buen rato entretenidos, ya que era espectacular porque con cada turista se subía al parapete (para ayudarle) un chico local, que sin ningún tipo de protección ni de arnés, iba trepando en el aire por los cables del parapente y luego le ayudaba en el aterrizaje.
Cada poco pasaba gente ofreciendo cerveza fría, refrescos, fruta e incluso helados. Nos tomamos una cerveza y un refresco y luego nos fuimos a dar un baño.
Poco a poco iba cayendo la tarde y ya empezaban a recoger las hamacas, nos dimos un ultimo baño antes de regresar al hotel, ya solo quedaban nuestras hamacas, pero en ningún momento nadie nos pidió que nos fuésemos, es una de las cosas que ten enganchan de Tailandia que nadie te pone problemas, hay pocas normas y mucha flexibilidad. Regresamos al hotel y aunque ya no teníamos nuestra habitación nos permitieron ir a la piscina, lo dicho, flexibilidad total. Allí disfrutamos de nuestras ultimas horas en Phuket y aprovechamos la happy hour para tomarnos unas cervezas.
El vuelo lo teníamos a las 12 de la noche así que aún nos daba tiempo a cenar antes de partir hacia el aeropuerto. Repetimos en el restaurante de comida tailandesa que estaba cercano al hotel.
Ahora si ya se acababa nuestra estancia tailandesa, regresamos al hotel, pedimos las maletas y nos dejaron ir a unos vestuarios a cambiarnos y acabar de organizar todo nuestro equipaje.
Hacia las 9 de la noche nos recogió la taxista que habíamos contratado, un taxi moderno y confortable que nos llevo al aeropuerto internacional de Phuket (HKT).
En el aeropuerto por primera vez en nuestra vida plastificamos la maleta, ya que mis padres se obsesionaron con que Tailandia era un país super peligroso en el que te metían droga en la maleta, yo sinceramente creo que no tiene sentido pues en Tailandia el tema de las drogas es un tema tabú que esta fuertísimamente penado y nadie se arriesga a producir. Pero tanta lata nos dieron con este tema, que basta mentar al diablo para que aparezca así que por si las moscas embalamos las maletas. Nos cabreo un poco ya que fue bastante caro y no tiene ni pies ni cabeza que nos metan el miedo en el cuerpo en un destino como este, cuando por ejemplo cuando fuimos a México no nos dijeron nada y ahí si que podría tener más sentido.
Luego facturamos las maletas y pasamos el control de aduanas, bastante lento y caótico, y cuando llegó la hora partimos puntuales hacia Dubai donde tendríamos 10 horas de escala en las que intentaríamos visitar esta ciudad que ya conocíamos bien de otro viaje, pero que nos apetecía recordar y hacer una actividad que no habíamos podido hacer en la anterior ocasión.
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